El trueque.

Cuando comienzo un Videocuento, se inicia un intercambio de experiencias en las que yo, aporto un valor al servicio de mis clientes y los clientes, dejan una pequeña parte suya en mí: un cachito de su vida, un recuerdo lleno de emociones y sobre todo, de muchísima ilusión. Para mí, es muy importante empaparme de todo lo que me cuentan y transmiten, aunque eso implique tener las emociones a flor de piel. Llorar, reír y exclamar cada recuerdo que ellos me comparten.

¡Mira el videocuento Nuestro Hogar! ?

No soy una máquina.

Si no transcribo cada palabra sin sentirlas como propias, el valor de cada historia no sería el mismo. De hecho, lo que me ayuda, es viajar mentalmente por cada escenario y comprenderlos. Ver lo que ellos observaron, empatizar con sus sentimientos, percibir con todo los sentidos. Solo trabajando para cada cliente de una forma totalmente sincera puedo llegar a darles el valor que merece cada recuerdo que te acercan.

Pero no todo puede ser en el plano subjetivo, pues, si no me alejo, no puedo aportar el lado conceptual y técnico a las historias. Los cuentos transmiten algo y, si no lo hago bien, nos perderíamos uno de los grandes lujos que tiene un Videocuento:

elaborar un regalo que no queremos olvidar.

Diseño los personajes y desarrollo las ilustraciones con el mayor de los respetos. Trato de contar las partes de la historia que con las palabras no se podía. Todos los relatos están compuestos por dos partes que se complementan y de esta forma tan armoniosa es como creamos el manto que da forma a los recuerdos.

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Mi responsabilidad.

Cuando un cliente me pasa su historia, me pongo muy nerviosa y tiemblo. Literalmente tiemblo. Porque soy plenamente consciente de lo importante que es lo que tengo entre mis manos.

Un valioso recuerdo.

Momentos pequeños en relación a toda una vida pero, si lo quieren recordar y contar ¡tiene que ser muy importante para la persona que me lo confía!