Era así una vez en un reino, una gran amiga me regaló por mi cumpleaños una preciosa Ranita de abalorios realizada por ella.
Pero una noche se perdió. Y pese haber buscado detenidamente a la Ranita por todas partes, no la encontré.
A la mañana siguiente, fui a coger el coche aparcado en el jardín de mi casa para bajar a la Villa.
Al bajar la vista antes de entrar en el coche… ¡Sorpresa! ¡Encuentro la pequeña Ranita de abalorios debajo de unos tréboles!
Por algún motivo se me dio por contar las hojas del trébol que escondió a mi ranita perdida y… ¡Cuatro hojas! ¡El trébol tenía cuatro hojas!
Pese haberla besado en repetidas ocasiones, la rana no se convirtió en Príncipe.
Y así, colorín colorado, termina la historia de la Ranita que fue rescatada por su Princesa.
Moraleja: la suerte existe, los Príncipes no.