La anécdota.
Hace unos días, mientras esperaba en la calle que otra persona terminase de hacer su gestión en el cajero, fui testigo de un curioso movimiento ciudadano que te hace entender que vivimos en una sociedad donde se exigen más derechos que deberes. Siempre tuve la sospecha de que algo así pasaba pero nunca lo había visto. Hasta ese día. Una señora de mediana edad, delgada, con chaqueta de punto, falda gris por debajo de las rodillas, medias gruesas y zapato plano, se acerca a un contenedor de papel con un montón de revistas entre sus brazos. Se detiene. Asoma la cabeza por la abertura y mira en el interior. Vacío. Echa un vistazo a su alrededor y de repente se agacha, deja el montón de revistas apoyado entre la acera de la calle y el contenedor de reciclaje ¡y se aleja del lugar como quien no ha hecho nada!
Si yo fuese un dibujo manga, tendría un goterón en la cabeza y tres puntos suspensivos en un bocadillo ¿Qué demonios acababa de ocurrir? En definitiva, volví para casa con la sensación de haber resuelto una incógnita muy grande: todas las bolsas depositadas al lado de los contenedores y no dentro, aún cuando los contenedores permanecen casi vacíos, están así apropósito. Pero por otra parte, he abierto nuevas incógnitas…
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El vecindario.
Desde hace unos meses, me desplazo andando hasta otro barrio para dar clases de ilustración y cómic a una alumna. Pues días atrás, mientras cruzaba en uno de los parques habituales, apareció, en medio del camino de paso una gran bolsa naranja de basura. No había ningún contenedor cerca donde tirarla, llovía y yo iba cargada hasta arriba con material para mis clases. Finalmente, desistí de la idea de cargar con ella hasta un contenedor y continué mi camino pensando en el origen y destino de la misteriosa bolsa naranja.
Todos tenemos vecinos, más lejos o más cerca, cuya convivencia te afecta de muchas formas: música alta con paredes de papel, patios interiores humeantes las 24 horas del día, griterío, bolsas de basura en las zonas comunes de los pasillos junto a paraguas abiertos secando después de la lluvia para resbalar y rodar escaleras abajo, bolsas naranjas en medio de la calle…
Siendo comprensiva, voy a pensar que la señora que depositó los periódicos fuera del contenedor, lo hizo pensando que las personas más desfavorecidas que recogen basura de los contenedores y les podría ayudar de alguna forma; lo de no recoger la mierda de perro, supongo que es cansancio, pereza, este perro no es mío…; dejar los paraguas goteando junto a las escaleres es para lo que es: resbalar y rodar. En lo referente a la bolsa de basura en los descansillos del edificio, es para que no se les olvide bajarla y una vez abajo, la dejas en medio de la calle porque…
Más derechos que deberes.
Si buscamos, todos encontraremos motivos justificados que nos ayuda a tener más derechos que deberes e imponer nuestro confort sobre los demás. Cuando imparto clases en mis talleres, mis alumnos viven en mini comunidades de vecinos. Todos conviven en un espacio, con zonas privadas y comunes. Mi primera norma es que todos deben respetar el espacio individual y el común. Hay derechos, por supuesto, pero también hay deberes. Sea lo que sea que quieras hacer, debes pensar si perjudica a los demás de alguna forma. Solo así conseguiremos disfrutar de una buena convivencia, de un buen vecindario y en definitiva de una buena vida.