Cada mañana, mi vecino el explorador saca brillo a todos sus trofeos y los seca en el patio interior.

El sol, como en todos los edificios de gran altura, nunca llega a tocar con sus rayos los ilustres trofeos de mi vecino. Ni falta que hace, pues brillan con luz propia.

Tiene tesoros de todas las formas y colores. Cada uno tiene un poquito de su lugar de origen; pues mi vecino el explorador recorre grandes distancias por parajes desconocidos, lugares escondidos, sorteando trampas imposibles, luchando contra enemigos o competidores que aparecen por sorpresa logrando encontrar nuevos y valiosos tesoros. Pero todos los obstáculos merecen la pena, pues cada día vuelve con su recompensa.

Desde mi ventana, observo como se secan sus trofeos colgados en el tendal: sujetadores de todos los tamaños y colores. Sus más tiernos tesoros.

 

 

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