No encuentro las palabras. Cualquier otro día enterraría a cualquiera con mi verborrea pero hoy; hoy se esconden por miedo a equivocarse.

– ¿Me estás escuchando Sara?- Me dice buscando encontrar su mirada con mi mirada perdida.

– ¡Si, te escucho!- Me exaspera tanta prisa para responder. Me muevo incómoda en el sofá.

-Quiero que te vengas a vivir conmigo. No voy a mantener un piso y estar yo solo. Si decidí vivir sin compañeros de piso era para estar contigo.- Otra vez el mismo argumento. Nunca me escucha y así no solucionamos nada.

-Lo entiendo pero mis padres no me apoyan. Si me vengo romperé mi relación con ellos. ¿Por qué no lo hablamos los cuatro juntos como adultos? Ya te lo dije más de una vez, pero al final nunca lo hacemos.

-¡Estoy harto de estar solo! –Continúa como si no hubiese dicho nada.

-Si encontrase trabajo todo sería más fácil, ¡puta crisis!

-Me siento estancado –Sigue sin escucharme.

-¿Por qué no nos casamos? Podríamos empezar una vida independiente sin que nuestros padres nos rompieran la cabeza –ya se lo pedí tres veces; esta será la última.

-No puedo mantenerte con el sueldo que tengo. O encuentras trabajo o así es imposible –Noto la ansiedad en sus palabras cuando normalmente me cuesta saber su estado de ánimo.

Si lo entiendo pero ¿Tú me quieres? –Mis lágrimas se apiñan al final del camino cuando termino esta frase.

Claro que te quiero! ¡Te quiero muchísimo!- Me duele la garganta.

-¿Y por qué no nos arriesgamos si queremos estar juntos?- Su cara de incomprensión ante mi pregunta termina de romperme y comienzo a llorar.

-¿Con qué dinero? ¿Con el mío?- El teléfono móvil comienza a sonar y lo interrumpe. Está sobre la mesita de cristal, sucia y llena de cacharros de hace dos días. Nunca recoge nada del piso. Estira el brazo y coge el móvil. Mira la pantalla pero no lo descuelga.

Entonces es por el dinero.- Busco una respuesta con la que pueda irme sin mirar atrás.

No es por el dinero…

-No lo entiendo…

-Necesito dejar esta empresa y volver a casa de mis padres. Dar un paso atrás y empezar de nuevo.- Ya no tengo más respuestas. No encuentro las palabras. En mi interior solo hay vacío.

 

Mientras el responde al teléfono, salgo del salón y cruzo el largo y oscuro pasillo hacia la puerta de salida. El ascensor desciende los cinco pisos dejando arriba la vida que nunca tendré.

 

 

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